Los cambios que aparecen en la piel con el paso de los años son de sobra conocidos y sin duda bien reconocibles por todas nosotras cuando nos miramos al espejo o nos vemos en fotos de hace algún tiempo. Aunque el envejecimiento afecta por igual a mujeres y a hombres, la menopausia es una etapa de la vida de las mujeres en la que muchos de estos cambios se acentúan; el envejecimiento de los hombres es más gradual y sin embargo en las mujeres hay un cambio notable en la menopausia. Y a pesar de que todo parece “hormonal”, la verdad es que no sólo influyen los cambios hormonales de este periodo, sino que también participan factores ambientales como la exposición solar, la contaminación y, por supuesto, la predisposición genética.
En la menopausia la piel cambia. Las células epidérmicas que se localizan en la parte más superficial de la piel producen menos factores naturales de hidratación, por lo que notamos más sequedad. La piel adelgaza porque la dermis, localizada inmediatamente por debajo de la epidermis, se hace más fina y pierde fibras colágenas, lo cual se traduce en la pérdida de la elasticidad cutánea y aparición de flacidez. Por eso, la piel “se descuelga” en el lateral de las mejillas, el surco entre la nariz y la mejilla, y las comisuras de la boca (e incluso la cara interna de los brazos y los muslos). La pérdida de fibras colágenas y el adelgazamiento de la dermis provocan la aparición de arrugas, sobre todo en las personas que han tomado mucho el sol a lo largo de la vida. Finalmente, disminuye la cantidad de grasa en el tejido celular subcutáneo, por lo que modifican los volúmenes faciales propios de la juventud.
Aunque ya podía haber manchas faciales previamente, a partir de la menopausia éstas manchas en la cara, el escote y el dorso de las manos (lentigos solares o seniles) porque la radiación solar acumulada precipita su aparición. Además, existe mayor facilidad para los hematomas (moratones), ya que el adelgazamiento de la piel y el deterioro de los tejidos hacen que los vasos sanguíneos de la piel sean muy sensibles a los pequeños traumatismos.
¿Y qué puedo hacer para cuidar mi piel madura?
El paso del tiempo es inevitable, y ni los cuidados más estrictos ni la mejor predisposición genética son capaces de evitar los fenómenos que podríamos llamar “fisiológicos”, es decir, normales por la edad. Sí que va a depender de cómo nos hayamos cuidado previamente: una alimentación sana, dormir bien a diario, ejercicio frecuente, protección solar facial diaria y un buen control del estrés y evitar tóxicos como tabaco o alcohol harán que la piel llegue mejor a esta etapa, aún así podremos notar los cambios. ¿Qué podemos hacer entonces con la piel en la menopausia? Por supuesto seguir llevando una vida saludable; aplicar cremas a diario que mantengan la hidratación fisiológica de la piel y ayuden a recuperar su elasticidad y mantener las rutinas de higiene, porque la polución contiene sustancias tóxicas que pueden contribuir a dañar la piel y por supuesto podemos realizar múltiples procedimientos estéticos que ayuden a mejorar o atenuar los signos de esta etapa: toxina botulínica para arrugas faciales, hidratación de la piel y recuperación de volúmenes con ácido hialurónico; estimulación del colágeno con hidroxiapatita cálcica o ácido poliláctico, inyección periódica de plasma rico en plaquetas, tratamiento de manchas y rejuvenecimiento facial con láser facial o luz pulsada intensa. Las opciones son múltiples y lo adecuado es una valoración personalizada por el dermatólogo para que pueda determinar el mejor tratamiento y abordaje de la piel en esta etapa de la vida.